El 6 de agosto de 1945 todo cambió en la ciudad japonesa de Hiroshima. En cuestión de minutos, la urbe se convirtió en un infierno radiactivo debido a la bomba atómica que lanzó Estados Unidos. Las fábricas de Mazda casi fueron destruidas, pero gracias al Monte Hijiyama, la factoría de Mukainada sobrevivió.
Las instalaciones de Mazda estaban ubicadas a pocos kilómetros de la “Zona Cero”, en donde cayó la mortífera bomba atómica. Aproximadamente un tercio de la población falleció, entre los cuales se encontraban 119 empleados de la compañía; aunque el número pudo ser mayor, si no hubiese sido por la protección del Monte Hijiyama. Gracias a ello, la fábrica no sufrió mayores daños y se convirtió en el centro de operaciones de Hiroshima.
Tras el ataque, Mazda de inmediato comenzó a distribuir suministros médicos, además de establecer centros de acopio alrededor de la ciudad para ayudar a reunir a las familias. La compañía dispuso de su planta para albergar al gobierno local, hospitales y a las emisoras nacionales durante un año.
Los empleados que sobrevivieron, más allá del temor que significó atravesar por una situación como esta, se impregnaron de un espíritu de superación, lo que en la terminología japonesa se denominó “Mukainada”. Ese espíritu le permitió a Mazda volver a la actividad en solo 4 meses, un tiempo impensable dadas las condiciones.
Hoy en día, Mazda se encuentra en una campaña de fidelización en la que sobresale el espíritu “Mukainada”. Un concepto con un profundo significado en Japón y sobretodo en Hiroshima, gracias al cual la ciudad logró salir adelante y liderar el camino de “No Proliferación Nuclear”.