El Maserati Tipo V4 era el coche más rápido del mundo en 1929, hace 90 años, y su velocidad máxima es prácticamente la mitad de lo que consiguió hace unos días el Bugatti Chiron y su récord de velocidad. ¡De casi 500 km/h! Hoy toca echar la vista atrás hacia una época en la que la velocidad también era un objeto de obsesión, una velocidad mucho más peligrosa y apasionante que la actual. Eso seguro.
Y es que lanzarse con este Maserati, un pedazo de metal montado sobre cuatro ruedas, a casi 250 km/h, con un sistema de frenos que haría reír a cualquiera, era algo que solo los más valientes podían permitirse. El protagonista de esta historia se llama Mario Umberto ‘Baconin’ Borzacchini. ¿El lugar? Los alrededores de la ciudad lombarda de Cremona.
Todo ocurrió el 28 de septiembre de 1929 y el objetivo estaba claro: recorrer una distancia de 10 km y alcanzar la máxima velocidad posible, tanto a la ida como también a la vuelta. Esta era la manera de saber exactamente la velocidad máxima del vehículo. El circuito estaba localizado entre las poblaciones de Gadesco Pieve Delmona y Sant’Antonio d’Anniata.
Tenía 3 kilómetros de margen por cada lado, para poder arrancar a buena velocidad y para poder frenar a tiempo. Sí, os aseguro que después de probar coches de preguerra, frenar un coche de estos de 240 km/h hasta 0 en menos de 3 kilómetros me parece un logro. Todo estaba preparado para un récord de velocidad en coche que iba a cambiar la historia.
Baconin arrancó con el objetivo de superar a Ernest Eldridge que había conseguido el anterior récord en 1927 con una velocidad máxima de 225,776 km/h. Sin duda, el reto era monumental y para llevarlo a cabo se tuvo que fabricar un vehículo muy especial. El Maserati Tipo V4 era una locura con ruedas para la época. Bajo el capó, dos V8 Tipo 26B se habían unido para crear un monstruoso motor de 16 cilindros con las bancadas de los cilindros a 25 grados. ¿Sabéis qué? La configuración mecánica es muy parecida a la del Bugatti Chiron del récord de velocidad. Curiosa coincidencia.
Este Maserati era capaz de generar 280 CV, una potencia bestial para la época. Baconin tenía el arma ideal para conseguir el éxito y las miradas de todo un país: Italia quería reivindicarse como el país que fabricaba los coches más rápidos y eficaces del planeta. La pasión por la velocidad y las prestaciones ya se había instalado en este rincón del mundo y este récord no haría sino incrementar la popularidad de los coches y la competición.
Bajo la atenta mirada del Automobile Club de Italia, Baconin pulverizó el récord de velocidad. Consiguió una velocidad máxima de 247,933 en el recorrido de ida. Mientras que en la vuelta fue algo más lento, con 244,233 km/h. ¿La media? 246,069 km/h. La mitad de los 490,47 km/h que consiguió el Bugatti Chiron, una cifra que en 1929 habría sido prácticamente inimaginable.
Este récord de velocidad fue muy celebrado en Italia e incluso el propio Enzo Ferrari acudió a la fiesta. Si Italia es lo que es hoy en día en cuanto a coches deportivos, con la fábrica de Ferrari como emblema, parte de culpa lo tiene este récord de velocidad. La pasión del ser humano por ser más y más rápidos, no es algo nuevo, es algo que vive con nosotros.
Fuente: www.topgear.es