Un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señaló que el calentamiento global es más alarmante de lo imaginado, lo que se refleja en fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes. Ante la urgencia de medidas para descarbonizar el planeta, varios países están estableciendo acciones de contención, como una fecha límite para el comercio de vehículos a combustión en las próximas décadas.
Países como Brasil se destacan por sus bajas emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el sector del transporte, por la utilización de etanol como alternativa a la gasolina. Hoy en día, el combustible vegetal representa aproximadamente el 30% de la elección de los consumidores en la oferta de vehículos flex en ese país. Sin embargo, “a pesar del notable papel que desempeña el etanol, Brasil no puede dejar de buscar alternativas más eficientes, como los vehículos eléctricos, los únicos que no emiten gas carbónico ni contaminantes por donde circulan. Por eso, ni siquiera tienen silenciador”, observa Elbi Kremer, director de Ingeniería y Planificación de Productos de GM Sudamérica.
Para los especialistas, la mejor forma de calcular las emisiones de CO2 de un vehículo al ambiente es sumar lo que emite durante su uso más el impacto que su producción de combustible causa en el medio ambiente. Es la famosa ecuación del pozo a la rueda, cuyos parámetros varían de un mercado a otro en función de la matriz energética.
Por ello, la emisión de un vehículo eléctrico en un país donde la matriz energética se basa en la quema de carbón u otros combustibles fósiles será muy diferente de la emisión de un vehículo eléctrico utilizado en países cuya energía eléctrica proviene principalmente de fuentes renovables, como centrales hidroeléctricas, parques solares y eólicos.
Un estudio encargado por el Ministerio de Industria y Desarrollo Comercial (MDIC) de Brasil, utilizando la metodología de cálculo del pozo a la rueda, en el que participaron técnicos de la industria, gobierno, proveedores y académicos, determinando la intensidad de carbono de la matriz energética nacional y los cálculos de eficiencia energética de los vehículos del Programa Brasileño de Etiquetado Vehicular (PBVE) de Inmetro, determinó que hay una gradualidad entre los modelos de la misma categoría, siendo un eléctrico, en promedio, 50% más sostenible que un híbrido flex alimentado sólo con etanol, y casi diez veces más sostenible que un vehículo tradicional alimentado sólo con gasolina.
“Desde la perspectiva de la convergencia mundial y del potencial futuro de la industria, es indiscutible que el VE es la mejor solución”, añade Kremer.
Hay consenso en que no hay una única solución para la problemática de la descarbonización. Por eso, GM seguirá invirtiendo en tecnologías para reducir las emisiones de sus vehículos de combustión y ampliando su línea de vehículos eléctricos en la región. América del Sur tiene potencial para convertirse en un polo de producción y exportación de tecnologías y vehículos eléctricos, empezando por las grandes reservas de materias primas, esenciales para la producción de baterías. Otro factor estratégico es el talento local en ingeniería, referencia mundial en el desarrollo de vehículos de éxito. La región también cuenta con un gran parque industrial y un amplio mercado potencial de consumidores.
Para aprovechar esta ventana de oportunidad en todo el mundo, los países necesitan establecer reglas claras y políticas públicas para fomentar la adopción masiva de vehículos eléctricos y, en consecuencia, su industrialización.